Lunes 29 de diciembre
Dios cumple su pacto de bendición
del tiempo, Dios envió a su Hijo.
Gálatas 4.4
Gálatas 4.4
Cuando Adán y Eva pecaron, la humanidad y la Tierra quedaron bajo el dominio de Satanás y sufrieron las consecuencias de su rebeldía. De inmediato, Dios anunció su intención de salvar a los pecadores (Génesis 3.15). A lo largo del Antiguo Testamento vemos crecer la expectativa de la llegada del Mesías, el Salvador. Finalmente la promesa se cumplió cuando vino Jesús, el Hijo de Dios, quien cargó sobre sí nuestros pecados en la cruz y derrotó para siempre al diablo mediante su muerte y resurrección. Él llevó sobre sí la maldición del pecado para que nosotros pudiéramos heredar la bendición. El Mesías había sido anunciado como Profeta, Sacerdote, Rey, y como Hijo del hombre con toda autoridad. ‘Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido’ (Daniel 7.14). Su gobierno será un reino de justicia y de paz ‘de mar a mar, y ... hasta los fines de la tierra’ Zacarías 9.10). Pero el Hijo del hombre sería también el Siervo sufriente anunciado por Isaías, dispuesto a ser siervo de todos y a dar su vida para el rescate de muchos. Solo después de haber completado su obra en la cruz, Jesucristo se sentó a la diestra del Padre (Hebreos 10.12), recibió autoridad y poder sobre todo lo creado, y fue designado cabeza de la Iglesia, que es el nuevo pueblo y familia de Dios (Efesios 1.22–23; 2.19). La promesa de Dios de bendecir al mundo por medio de Abraham comenzó con la formación del pueblo de Israel, de donde nació el Salvador. Esa promesa se habrá cumplido plenamente cuando, por el testimonio y la misión de la Iglesia de Cristo en todo el mundo, se haya reunido a los redimidos de cada nación y lengua, y sean tan numerosos como las estrellas en el cielo y el polvo de la tierra. Y entonces, cuando Dios lo decida, vendrá el juicio final, y la creación de nuevo cielo y nueva tierra donde no habrá enfermedad, ni dolor, ni muerte, ni lágrimas (Apocalipsis 21.4). Este plan de Dios de reconciliarnos consigo mediante la muerte de Cristo (Colosenses 1.20), está disponible para quienes decidan reconocer la necesidad de recibir perdón mediante el arrepentimiento y la confesión, y descansar sólo en la gracia y el poder de Dios. La garantía de una vida nueva y eterna, transformada día a día a la semejanza de Cristo, proviene de la realidad de que Dios viene a vivir en sus hijos por medio de su Espíritu Santo. Ese es el propósito eterno de Dios. Ese es el mensaje de la Biblia. Esta es la verdad que la Iglesia debe anunciar, enseñar y practicar.
Viernes 26 de diciembre
La plenitud de los tiempos
del tiempo, Dios envió a su Hijo.
Gálatas 4.4
Gálatas 4.4
en el año 5 a. C., alrededor de un año antes de la muerte de Herodes el Grande,
ocurrida en el 4 a. C.?
Habían pasado unos dos mil años desde que Dios llamó a Abraham y prometió que
a través de su familia bendeciría a todas las familias de la tierra. ¿Por qué, entonces,
pasó tanto tiempo entre la promesa y su cumplimiento? Pablo declara que Dios envió
a su Hijo ‘cuando vino el cumplimiento del tiempo’ (Gálatas 4.4), pero no da ningún
indicio sobre la manera en que estableció el momento elegido.
Se han hecho muchas especulaciones, en especial con respecto a la situación socio
política del momento, y seguramente varias circunstancias eran favorables para la
pronta dispersión y la buena recepción del evangelio.
- Primero, la paz romana regía en el imperio. Las legiones estaban por doquier,
controlando la paz y protegiendo a los viajeros de los bandidos en tierra y de los
piratas en el mar.
- Segundo, el griego era el idioma común en el imperio, y fue de inmensa ayuda para
el evangelismo el hecho de que estuviera disponible la Septuaginta (el Antiguo
Testamento en griego).
- Tercero, el hambre espiritual se había extendido. Los viejos dioses de Roma habían
perdido su atractivo. Las religiones de misterio ofrecían una especie de regeneración
personal, pero eran más una evidencia de esos anhelos espirituales que su satisfacción
Y estaban también los así llamados temerosos de Dios en el borde de la sinagoga,
quienes se sentían atraídos por el monoteísmo judío y por sus elevadas pautas morales
Con ellos Pablo pudo compartir el evangelio, de modo que durante un lapso de apenas
diez años (48–57 d. C.) Pablo pudo ver a la Iglesia ya establecida en las cuatro
provincias romanas de Galacia, Macedonia, Acaya y Asia. Así, declaró: ‘de manera
que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio
de Cristo’ (Romanos 15.19).
De muchas maneras, el tiempo estaba maduro para la evangelización mundial.
Jueves 25 de diciembre
Los pastores
Había pastores en la misma región … he aquí, se les
presentó un ángel del Señor. Pero el ángel les dijo:
os doy nuevas que os ha nacido hoy un Salvador,
que es CRISTO el Señor.
presentó un ángel del Señor. Pero el ángel les dijo:
os doy nuevas que os ha nacido hoy un Salvador,
que es CRISTO el Señor.
Lucas 2.8–11
Los pastores tenían hasta entonces mala reputación en Israel; se los consideraba
deshonestos y poco confiables. Sin embargo fue a ellos a quienes Dios eligió anunciar
la más estupenda y mejor noticia que el mundo jamás había escuchado, es decir,
que había nacido el Mesías tanto tiempo esperado. ¿Cómo reaccionaron ellos?
- Primero, fueron a Belén para ver por sí mismos. Su reacción no fue de credulidad ni
de incredulidad, sino una actitud mental abierta, dispuestos a investigar sin prejuicios.
Por eso ‘Vinieron, pues, apresuradamente’ (v. 16), y encontraron lo que estaban
buscando. Por cierto, ‘el que busca, halla’ (Mateo 7.8).
- Segundo, una vez que vieron a Jesús, ‘dieron a conocer’ lo que habían visto y oído
(v. 17). No podían guardarse la buena noticia para sí mismos. Querían que todo el
mundo lo supiera.
- Tercero, ‘volvieron ... glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían
oído y visto’ (v. 20). En otras palabras, expresaron su experiencia tanto en adoración
como en testimonio. Pero lo primero que leemos es que ‘volvieron’. No pasaron el resto
de su vida en el establo ni merodeando la posada. Más bien, volvieron a los campos
y a las ovejas, a sus casas, a sus esposas, a sus hijos. Pero aunque sus trabajos y sus
hogares eran los mismos, ellos ya no lo eran. Eran personas nuevas en una situación
vieja. Habían sido transformados al ver a Jesús. En su corazón había un espíritu de
asombro y de adoración. Descubrir a Jesucristo sigue siendo una experiencia
transformadora. Añade una nueva dimensión a nuestra vida anterior. Como suele decir
Billy Graham: ‘pone nueva luz en nuestros ojos y nuevo ritmo a nuestro andar’.
Miércoles 24 de diciembre
Belén
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en
pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había
lugar para ellos en el mesón.
Lucas 2.7
Lucas es quien nos relata las circunstancias que rodean al nacimiento de Jesús y por
qué el hijo de David (Jesús) fue a nacer en la ciudad de David (Belén). Pone énfasis en
dos detalles particulares: un decreto de Augusto, el famoso emperador de Roma, y el
comportamiento del anónimo posadero de Belén. El emperador y el posadero fueron
ambos, aunque de manera diferente y sin ser conscientes de ello, instrumentos del
propósito providencial de Dios. Por un lado, Augusto, quien reinó en el imperio entre
el 30 a. C. hasta el 14 d. C., emitió un edicto de que debía tomarse un censo de toda la
población y que cada persona debía ir a su lugar de origen para ser registrada allí.
El censo se hacía, seguramente, con intenciones impositivas. En consecuencia, José y María viajaron desde Nazaret a Belén. Hubiera sido inusual e innecesario que María
acompañara a José, pero probablemente había resuelto no dejarla sola debido a lo
avanzado de su embarazo. Por otro lado, sin duda aliviados de que al fin habían
terminado la larga travesía, José y María deben haberse sentido anonadados cuando
el posadero de Belén les dijo que no tenía lugar para ellos, excepto en lo que parece
haber sido un establo. Cuando nació el bebé de María, ella lo colocó en un pesebre,
es decir, en el comedero para los animales. Este hecho fue simbólico del rechazo que experimentaría más tarde Jesús. De esta manera, el emperador y el posadero jugaron
ambos sin saberlo su papel en el plan de Dios. El edicto del emperador llevó a José
y María a Belén en cumplimiento de la profecía (Miqueas 5.2; Mateo 2.5–6).
Y el hecho de que la aldea estuviera súper poblada aseguró que el Salvador del mundo naciera, apropiadamente, no en un palacio sino en un establo, no rodeado de esplendor
sino en la penumbra y la pobreza.
Martes 23 de diciembre
La sumisión de María

He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo
conforme a tu palabra.
Lucas 1.38
‘El primero y el menos discutible de los hechos en torno al nacimiento de Jesús’,
escribió el obispo A. T. Robinson, ‘es que ocurrió fuera del matrimonio.
No hay ninguna evidencia en absoluto de que Jesús fuera el hijo legítimo de José y María.
La única alternativa que se nos presenta es entre un nacimiento virginal y un nacimiento
ilegítimo’. Los rumores sobre la posible ilegitimidad de Jesús se dispersaban durante su ministerio público con la intención de desacreditarlo. Por ejemplo, cuando afirmó que
ciertos judíos incrédulos no eran hijos de Abraham, ellos rebatieron: ‘nosotros no somos
nacidos de fornicación’, que suena como insinuación de que él sí lo era (Juan 8.41).
Estos rumores persistieron hasta mucho después de su muerte. En el Talmud judío se
volvieron explícitos. ¿ Cómo hubieran podido surgir estas indirectas y calumnias
a menos que se hubiera sabido que María ya estaba embarazada cuando José se casó
con ella? Aunque el chisme haya sido desagradable, es una evidencia que corrobora
su nacimiento virginal. La reacción de María al anuncio angelical recibe nuestra
admiración inmediata: ‘He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu
palabra’ (v. 38). Una vez que le han explicado el propósito y el método de Dios, la joven
no se opuso. Estaba totalmente a disposición de él. Expresó su completa voluntad de ser
la madre virgen del Hijo de Dios. Por supuesto, esto representaba un enorme privilegio:
‘Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso’, dijo (v. 49). Sin embargo, era también
una responsabilidad imponente y costosa. Implicaba estar dispuesta a quedar
embarazada antes de casarse, y a exponerse de esa manera a la vergüenza
y al sufrimiento de que pensaran que era una mujer inmoral.
Veo la humildad y la valentía de María de someterse al nacimiento virginal, en claro
contraste con las actitudes de los críticos que lo niegan. María rindió su reputación
a la voluntad del Padre. En nuestro caso, lo que importa realmente también es que
estemos dispuestos a dejar que Dios sea Dios y que haga las cosas a su manera, aun si,
como María, corramos el riesgo de perder nuestro buen nombre.
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